Hoy que iba hacia mi escuela, y por la noche cuando regresaba totalmente cansado, recordé una de las cosas que amo de la gente (y las bendije en el segundo caso).
¿Han notado que la fila de hasta atrás de los peseros es para 5 personas? Yo creo que si, lo que no se nota usualmente (o no se quiere notar) es que siempre se sientan solo 4 personas ahí. Lo que pasa es que siempre, al menos una persona, viene con las piernas totalmente abiertas, o de alguna manera que abarca el espacio destinado para ella mas un poco (o un mucho) más. El caso es que la mayoría de las personas nunca se atreve a pedir (o mejor dicho: exigir) ese quinto lugar.
Las razones supongo que son muchas, pero creo que la mas importante es el hecho de que no nos gusta cruzar muchas palabras con extraños, mucho menos pedirles que se hagan una canchita para sentarnos. Es como invadir su espacio personal (cosa que a mi me vale).
Lo maravilloso es que como yo soy de los pocos que si se atreven a pedir el lugar, usualmente, aunque venga atascado de gente el camión, voy sentado.
Lo mismo (aunque tengo que admitir que es más divertido) sucede con otro asiento del microbús. Curiosamente resulta que es mi favorito, es el asiento que está usualmente en la antepenúltima fila, el que esta directamente sobre la o las llantas traseras. Para no tener que levantar aun más el suelo del microbús, debido a las altas llantas, a éstas les hacen un pequeño desnivel donde queda el asiento.
A mi me gusta ese desnivel porque es muy cómodo para tener mas altas las piernas, puedes apoyar mejor la cabeza para dormir un rato, o para recargar tu cuaderno y hacer la tarea de camino a la escuela, o un libro para leer mas cómodamente. Pero a muchas personas, sobretodo las mayores, les parece lo contrario, sobretodo debido a la dificultad para pararse por la altura de las piernas.
Este asiento también queda libre muchas veces, aunque no tantas como el de la última fila. Yo siempre lo tomo sin la mayor consideración del de al lado. La cosa es que no dejo ahí la cosa:
Veamos como funciona el lenguaje corporal a la hora de escoger un asiento en los microbuses. Por un lado tenemos a una persona sentada en el asiento del pasillo, a la que llamaré sujeto A, y por el otro a la persona, sujeto B, que se va a sentar en el asiento de la ventana que es el que esta vacío.
Primero el sujeto A, que invariablemente de lo que esté haciendo (papando moscas, leyendo, platicando, etc.), cuando éste ve que alguien viene por el pasillo (sujeto B), le hace una pequeña seña al B para indicarle que puede sentarse. Esta seña usualmente es un ligero movimiento de la pierna hacia en pasillo, pero varia mucho y puede también ser un ligero contacto visual, o un movimiento de manos de alguna manera.
En un milisegundo el sujeto B le responde deteniéndose frente al asiento, indicando que acepta la “invitación” a sentarse. Entonces el sujeto A se hace a un lado y lo deja sentar.
Pero ¿Qué pasa si el sujeto A nunca hace la dichosa seña?
A mi me gusta ser el que esta sentado, y omitirla. Usualmente vengo con audífonos y además leyendo un libro. Razón suficiente para dar a entender a la gente de manera rápida que no estoy pendiente de que tengo un lugar vacío al lado. No hay razón para dar una señal. Pues nadie me pide el lugar.
Yo solo doy el lugar si alguien me dice: “me das permiso” o algo por el estilo. Pero me he topado cada caso curioso: se inclinan y meten la mano para tocar la ventana, me dan empujones a mis piernas con las suyas, ponen alguna bolsa o mochila en el asiento, o me miran de manera expectante (y muchas veces yo les devuelvo la mirada silenciosamente). En cualquiera de los casos, hasta que no hablan no les sedo el paso, ni aunque con la mirada lo hayan indicado.
En mi obsesión he contado en que ocasión me piden el lugar, es tan solo una persona de cada 15 en promedio.
Hoy por ejemplo el camión venía atascado y tenía a dos personas que anhelantes veían el lugar. Pues hasta que se medio vació el camión, se sentaron en los lugares de adelante y atrás de mí.
A veces me encanta torturar a los que tienen miedo a atreverse a romper su burbuja o su rutina.
Una de microbuses
viernes, septiembre 02, 2005 | Publicadas por Gabriel Alz a la/s 12:01:00 a.m. 0 comentarios
Suscribirse a:
Entradas (Atom)